Existe una comunicación bidireccional entre el intestino y el cerebro basada en la conexión de redes endocrinas, inmunitarias y neurales que intercambian información sobre el estado de diversos órganos y el estado de salud.

Podrás imaginar que los microorganismos del intestino y los metabolitos que se generan a partir de la digestión de los alimentos, son parte de los estímulos biológicos y químicos que intervienen en la respuesta endocrina al estrés, la respuesta inmunitaria y las emociones y comportamientos ante una situación de estrés o un trauma.

En los últimos años se ha reconocido el papel de las bacterias intestinales para sintetizar neurotransmisores vinculados con los estados de felicidad, sueño, apetito, placer, motivación, recompensa, calma, relajación y estado de alerta. Por tanto, las alteraciones de la microbiota influyen en la aparición de cuadros de depresión, ansiedad, insomnio, adicciones al dulce, estrés crónico, cambios de humor, etc.

Así es como por esa conexión bidireccional, todas las emociones que sientes impactan tu estómago y tu mente y ante cualquier situación, tu estómago podría reflejar esas emociones haciéndote sentir «mariposas», que realmente es tu nervio «vago» trabajando.